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Esta herramienta permite evaluar el desarrollo territorial del aprendizaje-servicio. Para hacerlo, se valoran cuatro ámbitos: liderazgo institucional, organización, programa de aprendizaje-servicio y arraigo en el territorio. 

En cada ámbito se evalúan dos dimensiones que lo concretan. El liderazgo institucional considera la misión y el plan estratégico. La organización contempla los agentes y los recursos. El programa de aprendizaje-servicio valora la calidad y sostenibilidad de los proyectos. Y, finalmente, el arraigo en el territorio valora la participación y la vinculación de la comunidad. Estas ocho dimensiones son independientes y, en consecuencia, el programa puede estar en niveles diferentes de valoración por cada una de ellas.

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Liderazgo institucional

El aprendizaje-servicio requiere de un liderazgo institucional encargado de definir las finalidades que deben guiar el programa en el municipio y establecer líneas de acción realistas y coherentes con las políticas que se desarrollan en el territorio. Este ámbito evalúa dos dimensiones: la misión y el plan estratégico.

Misión

La misión hace referencia a la declaración del propósito y de los objetivos del programa de aprendizaje-servicio en relación con el territorio donde opera, teniendo en cuenta su alineación con otras políticas y estrategias territoriales desarrolladas. Esto refleja una comprensión profunda del contexto y una integración efectiva del programa de aprendizaje-servicio dentro de la visión más amplia del desarrollo local.

La comprensión del contexto permite pensar en la finalidad del programa de aprendizaje-servicio, de forma que esté alineada con las necesidades del territorio. 

La integración del programa de aprendizaje-servicio implica una articulación del propósito del programa de manera armónica con otras iniciativas o estrategias territoriales.

Plan estratégico

El plan estratégico es un programa de actuación que permite alcanzar las metas previstas en la territorialización del aprendizaje-servicio; una hoja de ruta flexible que proyecta retos y desafíos coherentes con la situación y el contexto. Desarrollar una planificación facilita diseñar objetivos y estrategias, así como planificar acciones y recursos. Se contemplan dos elementos para valorar esta dimensión: las acciones y la evaluación.  

Las acciones están en sintonía con los objetivos propuestos y pueden ser a corto, medio o largo plazo. Estas acciones se concretan en pasos y detallan las responsabilidades de agentes y entidades en su implementación. Cuanta más concreción y claridad tengan las propuestas, más consistencia tendrá la hoja de ruta.

La evaluación de objetivos, acciones y responsabilidades es imprescindible para desarrollar el proceso de territorialización. En este proceso conviene definir indicadores, valorar la idoneidad de la planificación y prever posibles dificultades.

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Organización

Para impulsar el aprendizaje-servicio en el territorio es necesaria una organización que promueva la colaboración entre los diferentes actores que lideran el proceso. Una estructura estable y con recursos específicos facilita el trabajo compartido y mejora la operatividad de los equipos impulsores en el territorio. Este ámbito incluye dos dimensiones: los agentes y los recursos materiales.   

Agentes

El aprendizaje-servicio requiere de la participación de agentes —personas e instituciones— que asumen diferentes roles y acciones. Se considera que son agentes relevantes tanto los que impulsan y coordinan el programa de manera continua, como aquellos que pueden colaborar en momentos concretos. Se contemplan dos elementos para valorar esta dimensión: la implicación de agentes diversos y la existencia de estructuras de trabajo. 

La implicación de agentes diversos hace referencia al enriquecimiento de un programa de impulso del aprendizaje-servicio en cuanto que puedan participar, de manera coordinada, agentes de diferentes instituciones y perfiles profesionales del mundo educativo y social.

Las estructuras de trabajo son un elemento que permite a los agentes colaborar y pasar de participaciones puntuales a asumir responsabilidades de manera compartida, consolidar circuitos y espacios de trabajo estables. 

Recursos

Los recursos son los medios materiales que ayudan a conseguir el propósito del programa de aprendizaje-servicio. Su finalidad última es mejorar la capacidad del programa para llevar a cabo sus funciones en las condiciones adecuadas, mantenerse en el tiempo, y velar por la calidad de sus acciones. Se destacan dos elementos: el presupuesto y el espacio físico de referencia.

El presupuesto proporciona la base necesaria para planificar de manera ajustada las acciones que haya que llevar a cabo a corto, medio y largo plazo, dispensa confianza a los agentes y proyecta una visión de futuro del programa, el cual puede acentuar su compromiso. 

El espacio físico de referencia es un lugar específicamente designado para llevar a cabo las actividades del programa y para conservar los materiales que se generen. Proporciona un ambiente adecuado donde realizar las diferentes tareas, ayuda al trabajo colaborativo de los agentes, centraliza toda la información y permite visibilizar el programa.

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Proyectos de aprendizaje-servicio

Los proyectos son el elemento más visible de la presencia y consolidación del aprendizaje-servicio en un territorio. La creación de un programa de aprendizaje-servicio facilita la estabilidad y flexibilidad de los proyectos, así como su réplica en otros espacios. Las dos dimensiones de los proyectos que se evalúan en la rúbrica son: la calidad y la sostenibilidad.

Calidad

La calidad hace referencia a la capacidad del programa para construir buenos proyectos que aprovechen la potencialidad pedagógica y de transformación social del aprendizaje-servicio. Se tienen en cuenta dos elementos: la capacidad de diagnosticar la idoneidad de los proyectos y la incorporación de mecanismos de mejora.

La capacidad de diagnóstico pone la mirada en las posibilidades que tiene el programa para identificar los proyectos que se llevan a cabo en el territorio, así como las características principales que se consideren relevantes —ámbito, temática, etc.— y elementos para valorar su idoneidad.

También es importante la incorporación de mecanismos de seguimiento del estado de los proyectos, así como la aplicación de instrumentos y dinámicas para pensar acciones de mejora.  

Sostenibilidad

La sostenibilidad hace referencia a la capacidad del programa para mantener los proyectos de aprendizaje-servicio, satisfaciendo sus objetivos y metas, y dando respuesta a las necesidades del territorio, tanto las ya detectadas como las de nueva aparición. De este modo, el programa se expande manteniendo lo que es relevante a la vez que detecta nuevas oportunidades y retos. Para valorarla, se han considerado dos elementos: continuidad y apertura de los proyectos.

La continuidad apunta a las acciones del programa para garantizar la estabilidad de los proyectos de aprendizaje-servicio. Esto consolida el programa, permite seguir satisfaciendo necesidades del territorio y aprender de las experiencias anteriores.

La apertura está considerada en dos sentidos. Por un lado, hace referencia a las acciones del programa para ser sensible a nuevas demandas y necesidades del entorno, a qué dar respuesta desde nuevos proyectos de aprendizaje-servicio. Por otro lado, indica aquellas acciones orientadas a extender los proyectos en el territorio, incrementando los centros participantes y generando nuevas alianzas.

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Arraigo en el territorio

El arraigo en el territorio del aprendizaje-servicio potencia la participación de la comunidad y fomenta su papel como agente educativo. Se trata de un proceso colaborativo que necesita relaciones fluidas y estables de partenariado. En esta rúbrica se evalúan dos dimensiones: la participación y la vinculación de la comunidad.   

Participación

La participación alude a la implicación de diferentes agentes de la comunidad en la creación y la gestión de los programas de aprendizaje-servicio. Una comunidad que incluye todas las entidades que forman parte de un municipio, y que pueden ser sociales, culturales o ambientales, además de los centros educativos. Los dos elementos que se han tenido en cuenta para valorar este dinamismo son la diversidad de actores de la comunidad y el protagonismo que asumen a lo largo de todo el proceso.

La diversidad de actores implicados en el proceso de un proyecto de aprendizaje-servicio visibiliza la participación de la comunidad. Cuanta más diversidad haya, más representación de la pluralidad de colectivos y de entidades que forman parte del territorio habrá. En este sentido, parece necesario destinar tiempo a conocer e implicar a agentes con perfiles variados.

El protagonismo supera un modelo de participación consultiva e incorpora la implicación de los agentes de la comunidad en el análisis de la realidad, en la detección de necesidades que se conviertan en oportunidades de mejora, en el seguimiento y valoración del proyecto, así como en la toma de decisiones conjunta en sus diferentes fases.

Vinculación

La vinculación del programa de aprendizaje-servicio hace referencia a colaboraciones que establece con otras instituciones, entidades y miembros de la comunidad. Esta vinculación es fundamental para la efectividad y el éxito del programa, puesto que permite ampliar los recursos, el apoyo y las oportunidades disponibles, y también potencia el impacto positivo que el programa puede tener en la comunidad. Los elementos que se han tenido en cuenta son las relaciones de partenariado y las colaboraciones interdisciplinares.

Las relaciones de partenariado estables incluyen acuerdos de cooperación y alianzas estratégicas con las entidades del territorio con el objetivo de compartir recursos, conocimientos, experiencias y esfuerzos para conseguir los objetivos comunes del programa.

Las colaboraciones interdisciplinares apuntan al trabajo en red entre instituciones y entidades del territorio y potencian el impacto del programa de aprendizaje-servicio en la comunidad.

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